son tus ojos de una profundidad inmensurable
a veces de aguas limpias
de aguas mansas sobre un fondo de certezas
y sobrenado solazando mis creencias
y me sumerjo con la fe del niño en los pulmones
hay a veces en tus ojos
una profundidad de trancos incansables
y te sigo
mutilando la fe a mis girasoles
de regreso a las dudas primigenias
que engendraron la endeble humanidad del sentimiento
cuando tus mareas
extienden sus brazos a la luna
como estelas asidas a imposibles
soy cincel de siglos tallando su epitafio
a pesar del necio repicar de tus tormentas
ansiando convocar todas las aguas
tus ojos de una profundidad inmensurable
hurgan el caos -mi palabra anfibia-
voz de orillas hacia adentro y hacia afuera
y te lloro Nix
origen de mis días y abstracciones
y te nombro
Atenea
Atenea
virgen protectora de todas mis ciudades
Esto es sencillamente bello. Y la noche, hija del caos, muta por la voluntad de tus versos.
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