-adicto a la profundidades del barrial
y a las bellezas del caos y los fragmentos-
me declaro un tanto animal
un tanto hombre
un tanto hombre
y un tanto certeza
asido a la perplejidad crónica del miedo
asido a la perplejidad crónica del miedo
pero no más que una mentira elaborada
-el dudoso referente de una metáfora que sugiere el amor a las parejas-
tú
en las puertas
lo mejor que me conozco
yo
una suerte de palabras y de llaves
que forjé en tus orillas encrespadas
escribiendo
en cada retirada nuestros nombres pendulares
-en el cadalso en el que rifamos el instante-
raíz de cualquier cambio y consecuencia
-el grito tiñe de grises nuestros campos-
los relojes las campanas la plaza y la mejenga
el granizo en las miradas los perros negros de la noche
el granizo en las miradas los perros negros de la noche
y un párroco sincero
-a los gritos nadie atiende-
yo tendí la cuerda floja entre tus sueños y el epílogo
yo emprendí mi paso sin más red que nuestra suerte
y tuvimos que adornar con góndolas barriales
con nubes los vacíos
con bombín cada cabeza
tú las puertas
yo las llaves y la cuerda que nos suma a los extremos
-a veces barroco
a veces desabrido-
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